Julio César Barco Ávalos. De José F.A. Oliver

 

La aguja de su brújula poética se desvía (al mismo tiempo) varias veces. En polos reales y surreales de la escritura, y apunta en sus direcciones a geografías poético-líricas evidentes como ocultas de la literatura; a paisajes humanos deshilachados en el borde del tejido social; a paisajes remotos de localización literaria de tradiciones recientes y antiguas (y sus constelaciones y condiciones); a la modernidad “canónica” del siglo XX; a la novedad del habla de nuestro tiempo; a las imágenes inesperadas y al pensamiento-diálogo de las formas de comunicación actuales. Básicamente, un caleidoscopio poético de constantes composiciones de lenguaje y discurso. Su brújula creció a partir de los apadrinamientos intelectuales de quienes escribieron antes que él, de la poesía y el ensayo, de la filosofía y la sociología, de la narración y la crónica; seminarios literarios, colaboraciones radiofónicas, vídeos, apariciones en la red; de las narraciones y novelas de su(s) región(es) lingüística(s) más estrecha(s) y vecina(s) que ejercen una influencia formativa en la historia de la literatura, pero no menos de su testimonio, a muy temprana edad, de una experiencia “metropolitana” inmediata –“urbe”, como él mismo diría– de una “actualidad” en todas sus contradicciones sociales, sus radios de percepción, una co-percepción y pos-percepción, a veces pre-percepción, de toda una generación. Hay nombres como César Vallejo y Enrique Verástegui en las (imaginadas y legibles) direcciones de la brújula que interpreta un centro peruano, y en el mismo aliento se deletrean los bordes vivos de la dolorida realidad urbana de Lima: “Por otro lado, mi poesía nace desde los márgenes de la Urbe, la periferia de la ciudad, donde el tráfico, la delincuencia y otros factores determinan la violencia y frontalidad de mi lenguaje.”[1] Su escritura lleva, por tanto, los sonidos del coraje y la disonancia de las relaciones deshilachadas, pero también el sonido “mundial” heredado de un legado literario que atraviesa las fronteras. Un tejido apasionante que, como él mismo señala, lo sitúa en algún lugar entre el “neovanguardismo” y el “neocoloquialismo” y, por tanto, lo ubica.

Julio César Barco Ávalos, nacido en Lima en 1991, revela en su obra, impresionantemente extensa para su edad, un inmenso espectro de posibilidades literarias en constante desarrollo que su “oído poético” lleva al papel y “a los oídos”.

 

 

Traduccido por Luisa María Mendoza

 


[1] Así en un correo electrónico con José F. A. Oliver en mayo del 2021.