La reproducción de una pintura
Imaginate una ciudad rodeada
de lagos, lagunas y ríos
donde los hombres y mujeres,
los chicos y los ancianos
nadan desnudos, caminan desnudos,
andan desnudos por muchos lados
y en uno de los parques van
y se tiran sobre el pasto mullido
en el que parece haber lugar para todos:
las “locas”, las familias, los turistas,
los hombres solos, los gerentes de banco,
la cajera del supermercado que sonríe
rozagante, con acné en las mejillas,
la pareja de viejos homosexuales,
las jovencitas, los estudiantes;
y ahí, sobre lo verde, en la costa,
en el agua que espejea la arboleda
se bañan orondos en aguas lisas;
una vez en el lago, sumergidos,
dos mujeres juegan a pasarse una pelota
y te suman a ese juego inocente:
de pronto estás metido en el triángulo
y la pelota va y viene
(y una te hace una mueca cómplice)
y la pelota va y viene
y de pronto, tras un rato, así
como empezaron a jugar, se van
y te saludan con un leve
movimiento, una inclinación
de cabeza y una sonrisa:
cuando se alejan
ves que la pelota no era de ellas:
flota sola en el lago a la deriva.
Se bañan, van y vienen
y algunos se miran fijamente
mientras otros duermen o leen
al amparo de una especie de ley.
Sus ojos son azules,
sus cuerpos de aceituna
cruzan sigilosos los pastos limpios
y al final, cuando la tarde se curva
para que la tierra se cubra de negro
como si una manta se corriera lenta
se apuran a buscar sus bicicletas,
se sacuden y vuelven al centro de la ciudad,
con el pelo o la piel aún mojados…
pero se irán secando en el camino
y en un rato atarán sus bicicletas
en patios interiores, entrarán a sus casas
en silencio, colgarán las llaves y también
caerá muda la noche sobre viejos muros,
sobre estaciones vacías en las afueras,
y molinos que siguen girando, solos,
lentamente en un campo a oscuras.
(De Visión de las ciudades)
Die Reproduktion eines Gemäldes
Stell dir eine Stadt vor, umgeben
von Seen, Teichen und Flüssen
wo Männer und Frauen,
Kinder und Alte
nackt baden, nackt herumlaufen,
an vielen Orten nackt sind
und in einen der Parks gehen
und sich ins lockere Gras legen
auf dem für alle Platz zu sein scheint:
die Tunten, die Familien, die Touristen,
die Junggesellen, die Bankmanager,
die Kassiererin aus dem Supermarkt, die großmütig
lächelt, mit Akne auf den Wangen,
das ältere schwule Pärchen,
die jungen Mädchen, die Studenten;
und dort, auf dem Grün, am Ufer,
im Wasser, das das Wäldchen spiegelt
baden sie vergnügt im glatten Wasser;
nachdem sie in den See gestiegen sind,
spielen zwei Frauen mit einem Ball
und schließen dich in dieses unschuldige Spiel mit ein:
plötzlich steckst du in einem Dreieck
und der Ball kommt und geht
(und eine der beiden wirft dir einen verschwörerischen Blick zu)
und der Ball kommt und geht
und nach einer Weile gehen sie,
so plötzlich, wie sie zu spielen anfingen,
verabschieden sich mit einer leichten
Bewegung, einem
Nicken und einem Lächeln:
als sie sich entfernen
bemerkst du, dass es nicht ihr Ball war:
er treibt einsam auf dem See davon.
Sie baden, kommen und gehen
und manche schauen sich fest in die Augen
während andere schlafen oder lesen
im Schutze irgendeiner Form von Gesetz.
Ihre Augen sind blau,
ihre olivengleichen Körper
überqueren still das saubere Gras
und am Ende, wenn der Abend sich neigt
und die Erde mit Schwarz bedeckt
als würde eine Decke langsam darüber gezogen
beeilen sie sich, ihre Räder einzusammeln,
schütteln sich und kehren in die Stadt zurück,
Haut und Haare noch feucht …
doch sie werden auf dem Weg trocknen
und gleich schließen sie ihre Räder an
in den Hinterhöfen, betreten ihre Häuser
schweigend, hängen die Schlüssel auf und schon
bricht stumm die Nacht herein, über alten Mauern,
über leeren Bahnhöfen am Stadtrand,
und die Mühlen drehen sich weiter, einsam,
sanft in einer verdunkelten Landschaft.