LOS VIAJES, LAS VIGILIAS
1
Izamos la bandera de la nieve
en nuestros huesos,
–las estrellas de la muerte río arriba–
y caímos al barranco.
Fuego hicimos,
blanco fuego
en la noche aullante de las piedras.
Cómo te llamas, río.
Cuál es tu nombre, árbol.
Dónde te mueres, viento.
Escuchan los caballos ahora
el rumor de nuestra sangre
en el sueño.
Mañana uno de ellos caerá
bajo el hacha de nuestra hambre.
En la roca lucirá su cráneo
como un sol diminuto
en el limpio amanecer de las montañas.
2
Detengamos por fin nuestros pasos
frente al mar que es la sombra extendida
de las verdes montañas.
Partamos con calma el pan de la mañana,
bebamos sin apuro la sidra avinagrada
por el sol y los caminos.
No somos extranjeros en la patria de la arena,
no somos extranjeros en las costas de la luz.
3
Entonces fundamos un pueblo.
Las barcas iban y venían
cargadas con peces sin nombre.
Olvidamos para siempre la nieve,
las monturas,
el afilado viento de las serranías.
Abrimos ventanas en las piedras para respirar
el cielo desnudo de la medianoche.
Cuál es tu nombre, estrella sin luz.
Dónde te ocultas, pájaro sin trino.
Las fogatas ondulaban encima de las rocas
para recibirnos.
El jardín estaba lleno de almas cortadas,
de pájaros que buscaban en la hierba
un poco de aire.
Esta aldea se llama Clemencia.
Aquí las mujeres se hunden
en los ojos de los perros silvestres.
Miremos a los niños trepar los árboles parlantes,
contemplemos sus sombras que iluminan nuestras sombras
al atardecer.
4
Me dieron la tierra roja
y oscuros bailes y cantos
para despertar.
Mi tierra,
la cuenca vacía de los dioses,
las playas de greda ante el furor del sol
y montes quemados en la raíz y el aire.
Aquí las piedras labradas desde el sueño.
Aquí palabras ocultas bajo el viento.
Mi tierra,
andándome con cardos y pastores,
hundiendo su luna en mi mirada.
Nada más allá de mi mirada,
nada sino la ceniza
que el oleaje deja a las rocas
y a los bosques frente al mar.
Mi tierra,
el salto de culebras de espesura
abriendo la neblina en los juncales.
Mi tierra,
los muertos en el arco del conjuro
bailando y delirando bajo el sol.
Mi tierra,
la danza,
el lento apareo después de la embriaguez.
DIE REISEN, DIE WACHEN
1
Wir hissten die Flagge des Schnees
in unseren Knochen
- die Sterne des Todes flussaufwärts -
und stürzten in die Schlucht.
Wir machten Feuer,
weißes Feuer
in der heulenden Nacht der Steine.
Wie heißt du, Fluss.
Wie ist dein Name, Baum.
Wo stirbst du, Wind.
Jetzt lauschen die Pferde
dem Rauschen unseres Bluts
im Schlaf.
Morgen wird eins von ihnen fallen
unter der Axt unseres Hungers.
Auf dem Felsen wird sein Schädel leuchten
gleich einer winzigen Sonne
im reinen Morgenlicht der Berge.
2
Lasst uns am Ende hier verweilen
vor dem Meer, dem langgedehnten Schatten
dieser grünen Berge.
Lasst uns das Morgenbrot in Ruhe teilen,
den Apfelwein genießen ohne Hast, gesäuert
von der Sonne und den Wegen.
Wir sind nicht Fremde hier im Heimatland des Sandes,
sind nicht Fremde an den Ufern des Lichts.
3
Dann schufen wir ein Dorf.
Die Boote fuhren ein und aus,
mit einer Ladung namenloser Fische.
Wir dachten nie mehr an den Schnee,
das Reitzeug,
den scharfen Wind aus dem Gebirge.
Wir schlugen Fenster in die Steine, den nackten
Himmel einzuatmen gegen Mitternacht.
Wie ist dein Name, Stern ohne Licht.
Wo bist du hin, Vogel ohne Zwitschern.
Lagerfeuer flackernd überm Felsen
uns zum Empfang.
Der Garten voller gekappter Seelen,
voller Vögel im Gras auf der Suche
nach etwas Luft.
Das Dorf heißt Clemencia.
Hier versenken die Frauen sich tief
in die Augen der wilden Hunde.
Seht die Kinder, sie klettern auf sprechende Bäume,
schaut ihre Schatten, die unsere Schatten erleuchten
im Abenddämmer.
4
Sie gaben mir die rote Erde,
finstere Tänze und Lieder,
um zu erwachen.
Mein Land,
das leere Tal der Götter,
die Kreidestrände vor der Wucht der Sonne,
die Berge, die Wurzeln versengt und die Luft.
Hier die im Traum behauenen Steine.
Hier die im Wind verborgenen Worte.
Mein Land
kommt mir mit Disteln und mit Schäfern,
senkt seinen Mond in meinen Blick.
Sonst nichts jenseits des Blicks,
nichts als die Asche,
die den Felsen bleibt von der Brandung
und den Wäldern nah am Meer.
Mein Land,
der Sprung der Schlangen im Dickicht
reißt den Nebel auf im Binsenfeld.
Mein Land,
die Toten unterm Bogen der Beschwörung,
tanzend und in Trance unter der Sonne.
Mein Land,
der Tanz,
die langsame Paarung nach dem Rausch.