Calibraciones
Disimulando espíritu viajero, ese de norte y colinas,
se reconoce que las millas son de mente
y de aquel sin parar terrible que ata noches.
Querer retroceder la temporada fría;
la metrópolis suicida, los calibres, los abrigos
y los amaneceres neoyorquinos electrocutados
en las vías subterráneas.
Cuando era joven no veía que los árboles y los faroles
brillaban igual bajo toda luz,
que toda ciudad era una misma.
Charcos de concreto donde cualquiera se vuelve vagabundo
y hace inmune al existir.
Yo sentada en los tirones de un tranvía
esperando la estación que ya había pasado
bajo una avenida de nombre que no puedo recordar.
Planeando volver a oscuras
a una casa confundida entre caras
desnudas en la ciudad.
Pasado poco tiempo, he visto
que fui cómplice de las vísperas de espera
y me debo las noches.
Se es joven cuando el cuerpo aguanta
esa seducción al vértigo.
¿Adónde se han ido las calles
si los días mismos escapan como trompos de sus ejes?
Un algo me persigue y toca resfriando los huesos,
enterrándome donde aquellos duermen el peso pesado.
Los autos vuelan a la luz roja, los hombros de piedra chocan
y los policías ciegos rozan las calles latentes.
He perdido el pasaporte a los accidentes felices.
Soy la ciudad que me habita.
Kalibrierungen
Jene Reiselust nach Norden und Bergen vortäuschend
erkennt man, dass die Meilen bloß Kopfgebilde sind,
nur dieser furchtbare Stillstand, der Nächte fesselt.
Die kalte Jahreszeit zurückdrehen wollen;
die selbstmörderische Metropole, die Kaliber, die Mäntel
und die elektrogeschockten New Yorker Morgendämmerungen
in den U-Bahn-Schächten.
Früher übersah ich, dass Bäume und Straßenlaternen
unter jedem Licht gleich leuchteten,
dass alle Städte ein und dieselbe waren.
Betonpfützen, die jeden zum Streuner machen
und gegen das Dasein immunisieren.
Ich, im Ruckeln einer Straßenbahn
auf die Haltestelle wartend, die schon vorbeigerauscht war
auf einer Avenida, deren Namen ich nicht erinnere.
Wollte im Dunkeln zu einem
zwischen den blanken Gesichtern der Stadt
verwechselten Haus zurückkehren.
Bald sah ich ein,
dass ich mich mit den Abenden des Wartens verbandelt hatte
und mir die Nächte schuldig blieb.
Jung ist man, wenn der Körper diese
Verlockung des Rausches aushält
Wohin sind denn die Straßen
wenn selbst die Tage wie Kreisel ihren Bahnen entfliehen?
Ein Etwas verfolgt mich und kriecht in die Knochen,
begräbt mich neben denen, die bleiern schlafen.
Autos überfliegen rote Ampeln, Steinschultern stoßen aneinander
und blinde Polizisten streifen pulsierende Straßen.
Ich habe den Zugang zu den glücklichen Unfällen verloren.
Ich bin die Stadt, die mich bewohnt.