Ocaso en Isireri
Un par de loros volando a sus nidos
rayan con picos engarfiados
el inverso cielo de la laguna Isireri.
Mientras los árboles se ensombrecen
mansas olas confluyen hacia la dorada línea de tu nombre.
Solo, a la orilla de los recuerdos,
siento el sol como tus ojos.
Ahora que no estás dime ¿Quién me salvará de tanta belleza?
Sobre mis hombros pasan las horas
—desfondadas como una vieja canoa—
y se acurrucan en el vientre de la selva.
Cuando vuelves el rostro
y diriges la mirada a un mundo
sin tanta nostalgia
el muelle se hunde sin remedio
en el último destello del adiós.