El poema como cuerpo. De Nora Zapf

 

Un poema guardado en su formol. La imagen me gustó inmediatamente. Cuando abrí el libro JamSession, que Jamila me había regalado aquella tarde de nuestro último encuentro en La Habana, fue el primer poema que leí de ella: "Hermosas patologías de cuello". Un poema está en su cáscara, en su vino. Se fija en parafina, se abre y se examina al microscopio. Me gusta la combinación de la química, el vocabulario médico y la literatura en la poesía de Jamila. Tiene mucho que ver con la ciencia, pero también con la resistencia, el asco, la flora y la fauna, lo cruel, los diferentes mitos (caribeños y antiguos). Hay algo corpóreo en el poema de Jamila que se convierte en un cuerpo (remanente) o en un ser vivo (muerto). “Si bien el cuerpo del poema no es sagrado, quien quiera auscultarlo, abrirlo y escrutarlo como en una clase de anatomía debe saber rearmarlo en una (de tantas) interpretación(es)”, dice en un momento. Jamila, que también trabaja como editora y prosista y actualmente está haciendo un doctorado en estudios culturales, escribe mucho sobre la muerte, como en los poemas suicidas que siguen aquí; son sobre poetas mujeres de la historia literaria que se suicidaron. Se trata de todo un ciclo, cada uno con una poeta como tema, que describe su vida (poética) y su muerte –Teresa Wilms Mont, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath, Ingeborg Bachmann, Adelaida del Mármol, María Luisa Milanés– entre muchas otras. El título suele ser la simple fecha de nacimiento–fecha de muerte: como el tallo cortado de una planta. El ciclo proviene del volumen Primaveras cortadas (2011) que también habla de nuevos comienzos políticos cortados, por ejemplo, el cubano. La noche mencionada, Jamila me había llevado primero a la lectura de poesía de una amiga, de lo que me alegré, y más tarde habíamos hablado de literatura tomando un té en su piso, de lo que también me alegré, entre pilas de hermosos volúmenes de poesía y revistas literarias, muchas en ediciones pequeñas, volúmenes de bibliófilo, que me dio a palpar.

           

 

Traducido por Luisa María Mendoza