El pasillo de las puertas basculantes. De Tania Favela

 

Traducir es una relación entre cuerpos: cuerpos sonoros, lenguas
que se tocan entre sí en una inmediatez previa al sentido

Miguel Casado, “La traducción de poesía como tiempo soberano”

 

Lo primero fue la sorpresa del correo de Silke Kleemann. Ese fue el primer acercamiento. El asombro y el agradecimiento. Entrar en contacto y coincidir. Primero por correo, luego por zoom. Ahí descubrimos nuestros rostros, nuestros gestos, nuestros intereses. Intercambiamos ideas, pensamos juntas. La extrañeza de que ella se lanzara a la búsqueda “de una voz en alemán” para mis poemas. Así lo dice en uno de sus correos: “Estoy muy contenta de poder lanzarme al desafío de buscar una voz en alemán para tus poemas!”. Lo inimaginable, lo ilegible también, para mí, que no sé alemán, y sin embargo la alegría de saber que esas voces que se mueven al interior de los poemas se encontrarán con otros ritmos, otros ecos, incluso otros sentidos. Algo se trastoca en toda traducción, pero también algo se amplía, se gana, en ese traslado. Por ejemplo: en los poemas alguien habla, alguien dice, amparado por cierta ambigüedad, cierta indefinición: ¿él?, ¿ella?, ¿cuál elegir? Y la respuesta de Silke, ¿quizás er:sie? Ahí hay ampliación, y el poema, gracias a esa voz alemana, se mueve hacia otras zonas desconocidas para mí.

“El lugar de las innumerables decisiones: el pasillo de las interminables puertas abiertas, cerradas y basculantes” (Claudia Sierich). No encuentro mejor definición para el terreno en el que se mueve Silke, traducir es eso también.

“[A] veces avanzo por zonas en las que no sé en qué lengua ando”. Lo dice Sierich, lo podría decir Silke, lo dice la extrañeza de ser una lengua.

 

(Las citas son tomadas del ensayo La traducción de poesía como tiempo soberano de Miguel Casado, nota de la autora)