Fuente de la lengua: español
Traducciones: alemán

La misma luz en todas partes

Empecé otro
sobre bichitos de luz, aviones
y ruidos de gente sola que se conecta

a cualquier hora o
llama por teléfono y todo se mezcla
con el pedo de mi viejo un verano
a las tres de la tarde,
cuando no es mi viejo todavía,
es mi papá,
y falta un rato para que empiece a entender,
tengo los pies metidos en el barro.

O las luces de los aviones
o las de los bichitos de luz,
o las que se reflejan en las caras de los
que hacen fuerza con los dedos,

los codos, los hombros y teclean:
serán las tres?
Son las tres o las diez,
hay sol, en algunas partes soy el uno
que se ceba un mate en un pe hache
en planta baja, arriba duermen ellas,

se dan vuelta, me tropiezo con un zapato,

pateo una caja de pastillas,

está oscuro.
 

Ay, cómo me duele la nuca
de tanto mirar de los aviones las luces
de los bichitos que andan al ras del piso
y se apagan, allá está, no, está allá, está:

el movimiento
para agarrar un bichito
de luz debe ser armónico
y estudiado,

inclinando apenas los hombros y pensando vas a ver

bichito, vas a ver.
Después, cerrar las manos como un cuenco para estudiarlo.
Si se prende es porque está asustado,
si se apaga es porque está buscando novia
y piensa que para buscar novia
hay que ser medio canuto.
 

Ay, esa rama de sauce que una tarde mete
y saca del agua mi viejo, hace calor,
sigue sentado con el agua hasta
las rodillas al lado del titi,
su mejor amigo, me acerco y los miro.
 

¿Están en pedo?
Sí, están en pedo.

 

Todos merecemos estar en pedo.
Todos merecemos estar en pedo.

Todos merecemos estar en pedo.

 

Ayyy, cómo me duele la nuca
de tanto mirar aviones, luces, no es verano,
es primavera y el cielo está más negro
que nunca las estrellas esplenden porque la luna
se ve entera exactamente al otro
lado del mundo, o no, donde un joven maestro
chino la mira brillar y piensa con desdén
en los que están de este lado,
tengo los pies en el barro frío
y de abajo brota un olor húmedo y verde,

quiero fumar para secarme la boca.
 

El piloto, el copiloto y la azafata
cruzan el cielo manejando
y ven apenas un manchoncito de luz
que viene a ser el pueblito dónde mamá me dice que

qué ando haciendo en el bajo a esta hora,

cazando bichitos enamorados, mami,

los tripulantes me miran desde la cabina

y soy esta sombra buscándole la vuelta a su poema,
se me va de la cabeza,
mi viejo no deja de sorprenderse
mientras mete y saca la rama del agua,
le pone el ojo, digamos, y después
lo mira al titi que asiente y mi primo me codea

(están en pedo, dice)
y a mí me gustaría poder contar
ahora una historia, sólo para ser bueno,

sólo para salvarme,
que tiene a una chica apenas iluminada
por el resplandor de su pantalla
a las tres de la mañana,
el pelo negro. Le gustaría estar durmiendo
para responder al otro día: estoy bien.
 

En una casa que no es su casa,
se mueve, va a su cuarto de dormir sola,

¿hay una escalera?,
corre algunos libros y abajo la pantalla se
apaga, pac, automática.
 

Y mi viejo que vuelve
a sacar la rama del agua, está en cuero,
el titi tiene la camisa desabrochada
medio flameando, al contrario de
sus rulos, firmes, ¿se quedará pelado

en alguna parte de este poema
que va, viene y no sabe
para donde agarrar?
 

El uno baja al chino a comprar
cigarrillos y con la primera pitada
se empieza a llenar toda su casa de luz,
es decir que los dientes, los pulmones, el corazón
del uno brillan en la oscuridad
y le hace señas de luces al piloto diciendo
ey, entregá la azafata que acá abajo,
nunca, dice el piloto, acá estamos iluminados
por las luces del tablero.
 

La chica de nuevo baja las escaleras

haciendo el ruido
de la noche. El ruido de la noche es
igual y distinto en todas partes:
es el ruido del teclado,
de las ranas, de las puertas,
del ventilador de la cpu,

de la respiración pesada de los que duermen bien,

de la liviana de los que duermen mal,

de los ojos bien abiertos de

los que no pueden dormir y
agarran un cigarrillo con la mano izquierda
y con la derecha el encendedor,
e inclinan apenas las cabezas
que ahora también resplandecen, débiles.
 

Buenos Aires es un panal

de bichitos en el horizonte.
 

Que lo parió, dice mi papá,
y me mira. Se apaga
el sol, la siesta entera queda
a oscuras, y sólo mi papá y yo,
iluminados, empezamos a explicarnos
con los pantalones arremangados,
y una rama en la mano
que entra y sale de lo oscuro
por la que sube un caminito de hormigas

que después de estar un rato

abajo del agua sin respirar, no se ahogan.

No se ahogan. No se mueren.

¡Es raro!

 

¿Entendés?
 

 

todos merecemos estar en pedo

 

todos el uno el miguel la guadalupe la chichita la cecilia la cecilia la cecilia la cecilia lupe eleonora el chichí el puto elías el todos taco julia gaby fernanda josé silvia ilona todos ilu uli merecemos marina todos merecemos germán mariano nico estar julia marianino juancito ariel en pedo todos merecemos papá estar todos merecemos estar mamá en pedo

 

Todos merecemos estar en pedo

Todos merecemos estar en pedo

Todos merecemos estar en pedo

estar en pedo

estar en pedo

 

 

 

 

Este es un poema dedicado:

Marina, Julia, Germán, Mariano.

Überall das gleiche Licht

Ich hab’ noch eins angefangen

über Glühwürmchen, Flugzeuge

und Geräusche einsamer Menschen, die sich

zu jeder beliebigen Uhrzeit einwählen oder

anrufen und all das vermischt sich

mit dem Rausch meines Alten an einem

Sommernachmittag um drei,

als er noch nicht mein Alter ist

sondern mein Papa,

ich brauch’ noch ein bisschen, um das zu kapieren,

meine Füße stecken im Schlamm.

 

Oder die Lichter der Flugzeuge

oder die der Glühwürmchen,

oder die, die sich spiegeln in den Gesichtern

derer, die die Finger anspannen,

die Ellbogen, die Schultern und tippen:

Ist es schon drei?

Es ist drei oder zehn,

die Sonne scheint, irgendwo bin ich, der,

der einen Mate aufgießt in einem Apartment

im Erdgeschoss, oben schlafen sie,

drehen sich um, ich stoße gegen einen Schuh,

trete eine Pillenschachtel,

es ist dunkel.

 

Ach, was hab’ ich mir den Hals verrenkt

vom vielen Schauen aus Flugzeugen auf die Lichter

der Würmchen, die auf Bodenhöhe krabbeln

und aufblitzen, dort ist es, nein, es ist dort, es ist:

 

die Bewegung,

um ein Glühwürmchen zu erwischen,

muss harmonisch sein

und geübt,

die Schultern nur ein wenig nach vorne beugen und denken,

du wirst gleich sehen, Würmchen, du wirst gleich sehen.

Dann die Hände schließen wie einen Napf, um es zu studieren.

Wenn es angeht, dann weil es sich erschrocken hat,

wenn es ausgeht, dann weil es eine Braut sucht

und denkt, um eine Braut zu suchen,

muss man sich schon ein bisschen zieren.

 

Ach, dieser Weidenzweig, den mein Alter

eines Nachmittags ins Wasser steckt und wieder rauszieht, es ist heiß,

er sitzt immer noch da, das Wasser reicht ihm

bis zu den Knien, neben ihm Titi,

sein bester Freund, ich gehe hin und sehe sie an.

 

Haben sie einen sitzen?

Ja, sie haben einen sitzen.

 

Wir verdienen es alle, blau zu sein.

Wir verdienen es alle, blau zu sein.

Wir verdienen es alle, blau zu sein.

 

Autsch, was habe ich mir den Nacken verrenkt,

vom Anschauen so vieler Flugzeuge, Lichter, es ist nicht Sommer,

es ist Frühling und der Himmel ist schwärzer

als je zuvor, die Sterne scheinen, denn der Mond ist

vollständig zu sehen auf der anderen

Seite der Erde, oder nicht ganz, sondern dort, wo ein junger

chinesischer Lehrer ihn leuchten sieht und mit Verachtung

an die denkt, die auf dieser Seite stehen,

meine Füße stecken im kalten Schlamm

und von unten steigt ein feuchter und grüner Geruch auf,

ich will rauchen, damit mein Mund trocken wird.

 

Der Pilot, der Copilot und die Stewardess

fliegen über den Himmel

und sehen nur ein Fleckchen Licht,

das wird wohl das Dorf sein, wo Mama zu mir sagt,

was treibst du dich um diese Uhrzeit am Ufer rum?

Ich fange verliebte Würmchen, Mammi,

die Besatzung sieht mich von der Kabine aus

und ich bin dieser Schatten, der den entscheidenden Dreh für sein Gedicht sucht,

ich steig’ nicht mehr durch,

mein Alter hört nicht auf, sich zu wundern,

während er den Zweig ins Wasser steckt und wieder rauszieht,

er macht ihm ein Auge, sagen wir, und dann,

sieht er zu Titi, der nickt, und mein Vetter stößt mich mit dem Ellbogen

(die haben einen sitzen, sagt er)

und ich würde jetzt gerne eine Geschichte

erzählen können, nur um ein guter Junge zu sein,

nur um erlöst zu werden,

eine Geschichte über ein Mädchen, das nur schwach beleuchtet wird

vom Schein eines Bildschirms

um drei Uhr morgens,

das schwarze Haar. Es würde gerne schlafen,

um am nächsten Tag zu antworten: mir geht es gut.

 

In einem Haus, das nicht sein Haus ist,

bewegt es sich, geht in das Zimmer, wo es allein schläft,

 

– Gibt es eine Treppe? –

es verschiebt ein paar Bücher und unten geht der Bildschirm

aus, klack, automatisch.

 

Und mein Alter, der wieder

den Zweig aus dem Wasser zieht, ist nackt,

Titi hat das Hemd aufgeknöpft,

es flattert hin und her, im Gegensatz zu

seinen festen Locken, wird er wohl einmal kahl sein

an irgendeiner Stelle des Gedichts,

das mal hier, mal dort ist, und nicht weiß,

welchen Lauf es nehmen soll.

 

Der eine geht runter zum Chinesen,

um Zigaretten zu kaufen, und mit dem ersten Zug

beginnt, sich sein ganzes Haus mit Licht zu füllen,

das heißt, die Zähne, die Lunge, das Herz

des einen leuchten in der Dunkelheit

und senden Lichtsignale an den Piloten, die sagen

hey, rück’ die Stewardess raus, denn hier unten ...

niemals, sagt der Pilot, hier werden wir beleuchtet

von den Lichtern des Armaturenbretts.

 

Das Mädchen geht wieder die Treppe runter

und macht das Geräusch

der Nacht. Das Geräusch der Nacht ist

überall dasselbe und ein anderes:

das Geräusch der Tastatur,

der Frösche, der Türen,

der Belüftung des Rechners,

der schwere Atem, von denen, die gut schlafen,

der leichte, von denen, die schlecht schlafen,

die weit geöffneten Augen derer,

die nicht schlafen können und

mit der linken Hand nach einer Zigarette greifen

und mit der rechten das Feuerzeug,

und den Kopf nur wenig neigen,

der jetzt auch schimmert, schwach.

 

Buenos Aires ist ein Glühwürmchen-

nest am Horizont.

 

Zum Teufel, sagt mein Vater,

und sieht mich an. Die Sonne

geht aus, die gesamte Siesta über bleibt es

dunkel, und nur mein Papa und ich,

erleuchtet, fangen an, nach Erklärungen zu suchen,

mit hochgekrempelten Hosen,

und einem Zweig in den Händen,

der in die Dunkelheit gesteckt und wieder rausgezogen wird,

an dem sich eine Straße voller Ameisen hochzieht

die, auch nachdem sie eine Weile

unter Wasser waren, ohne zu atmen, nicht ersticken.

Sie ersticken nicht. Sie sterben nicht.

Wie komisch!

 

Kapierst du?

 

Ja

 

wir verdienen es alle, blau zu sein

 

alle, der eine der miguel die guadelupe die chichita die cecilia die cecilia die cecilia die celia lupe eleonora die chici der schwule elias er alle taco julia gaby fernanda josé silvia ilona alle ilu uli verdienen wir es marina alle verdienen wir es germán mariano nico blau julia marianino juancito ariel

zu sein alle verdienen wir es papa blau alle verdienen wir es mama blau zu sein

 

Alle verdienen wir es blau zu sein

 

Alle verdienen wir es blau zu sein

 

Alle verdienen wir es blau zu sein

 

blau zu sein

 

blau zu sein

 

 

 

Dieses Gedicht ist gewidmet:

Marina, Julia, Germán, Mariano

traducido por: Timo Berger
Fuente de la lengua: español
Traducciones: alemán